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PLUMA DE GRULLA

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marzo 06, 2025

EL VAGABUNDO DENTRO DE MÍ

 


La mañana era una cualquiera, pero de repente volvió ese sentimiento. Ese deseo de regresar a la calle, a la vagabundancia , como decía mi amigo Mario. A la errante.

Recordé que hace algunos años escribí un artículo llamado El hippie que hay en mí , inspirado en otro nómada que había conocido tiempo atrás. Quizás fue una coincidencia, porque cuando lo conocí no sabía que él había escrito algo con un nombre bastante parecido al poema que yo escribía en ese momento.

Entonces mi mente viajó hasta aquel llamado bicho … el bicho de la libertad . Así lo nombraban algunos amigos. Alejandro y yo lo llamábamos el virus . Porque una vez contagiado, no había vuelta atrás. Ese virus viajaba en los libros, en el internet, en miles de formas.

Y así, recordé al vagabundo que hay en mí. Ese ser que para algunos es inaceptable, o un simple capricho de adolescencia. Ya se le pasará cuando se enamore , decía mi madre. Pero el amor fue mi tema por muchos años, y ahora no lo es. Ahora solo busco entender el mundo y tratar de ser feliz cada día, aunque en una sociedad tan acelerada como la nuestra eso parece una batalla cuesta arriba.

La búsqueda de la libertad en el medio de la ciudad, dentro del engranaje de esta sociedad, es difícil. Llevar dentro un vagabundo se convierte en un tabú. Tener una doble vida, vivir en la sociedad y convivir con ella, pero al mismo tiempo desear escapar de sus normas, se vuelve una hazaña. Porque vagabundear contrasta con un mundo que cree que avanzar significa producir, consumir, acumular títulos etc.

Pero ser vagabundo no es un retroceso. Al contrario. Cuando caminas entre la vagabundez y el mundo de los que se sienten seguros en sus etiquetas, te das cuenta de algo: más allá de ser profesores, licenciados, empleados, empresarios u otro tipo de profesional, solo somos humanos tratando de darle sentido a nuestras vidas.

Es entonces cuando nace el vagabundo, el vago, el loco . El que parece ir en retroceso según la mirada de los demás, pero que en realidad está en una búsqueda. Llámalo espiritual, llámalo búsqueda de libertad. Yo prefiero llamarlo libertad.

Sí, llevo un vago dentro. Un vagabundo que entiende el mundo de otra forma. He visto muchas cosas, he sido testigo de lo que pocos se atreven a mirar. Mi curiosidad sigue intacta desde mi niñez.

Sin embargo, dentro de mí no solo vive un vagabundo, también habita alguien más. Un personaje que, a los ojos de la sociedad, es todo lo contrario a la vagabundancia .

En esta otra vida, llevo títulos, papeles que certifican que soy un profesional. Me he sentado en aulas universitarias, he cumplido con exámenes, he seguido los lineamientos que garantizan que uno “avance” en la vida. He trabajado, he sido parte de ese engranaje que la sociedad considera correcto. Y no lo rechazó, porque también es parte de mí.

Es curioso cómo pueden convivir estos dos mundos en un solo cuerpo. Hay días en los que el profesional toma el control, se viste con su mejor cara y se enfrenta a la realidad estructurada. Pero hay otros días en los que el vagabundo se rebela y me recuerda que mi esencia está en la calle, en el camino, en la incertidumbre.

A veces me pregunto cómo es posible llevar una doble vida sin que cause daño a la otra. Sin que la formalidad ahogue la libertad, y sin que la libertad destruya lo que con esfuerzo se ha construido. Quizás sea un equilibrio, o quizás sea una lucha constante.

Porque cuando estoy en el mundo profesional, veo el peso de las expectativas. La estabilidad, el reconocimiento, la idea de que se debe seguir avanzando en una sola dirección. Pero cuando estoy en la carretera, me doy cuenta de que el mayor logro no es acumular títulos o riquezas, sino entender el mundo, vivirlo, sentirlo.

No reniego de ninguna de mis vidas. Más bien, aprendo a navegar entre ellas. Me siento como un verdadero viajero dimensional, entre dos dimensiones, saltando de una a otra según el momento lo requiera.

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